Savall toca
para su mujer muerta.
Sobre un
fondo de pizarra con diagramas que muestran cuerdas bifurcándose y
fórmulas sobre sumas de historias, las cuerdas de la viola pulsan
con el dolor de los momentos pasados, anudándose en los nudillos, en
el brillo de los ojos humedecidos, las respiraciones, el sonido de
los dedos deslizándose sobre las cuerdas, las manos acariciando el
instrumento tratando de invocar a historias difuntas que acuden a la
llamada pero que se quedan mirando ausentes, encogiendo los ánimos,
sin responder a las preguntas que flotan en el aire. Entre las notas
dolidas vuela un silencio sin fondo, de soledad y desiertos, apenas
roto por los chasquidos de los hilos que nos atan al pasado, que poco
a poco se rompen dejándonos un poco más a la deriva, con los
corazones arrugados, las gargantas anudadas, los sueños escapándose,
el tiempo naufragando en arenas de nostalgia.
Sólo un
fandango puede romper el hechizo y hacer que la melodía vuelva a
remar hacia nuevas tierras.
Allá por la
tierra mía,
se oye la voz de un sonero,
que canta con gran
esmero
su orgullo, su miedo, su fantasía;
su fe, su amor, su
poesía;
sus pasiones y su alma.
Cual pájaro
trovador
canta, llora y nos dice adiós,
cuando nos clava su
voz
en lo profundo del alma.
Cuando nos clava su voz
en lo
profundo del alma.
Y a remar, a remar, a remar en el río,
que
aquél que no rema no gana navío.
A remar, a remar en el
agua,
que aquél que no rema no gana mi alma.
El
Fandanguito se canta
con desbocada pasión.
Arrugado el
corazón
y anudada la garganta.
Hasta la calma se espanta
en
la tierra del empeño.
Y de un suspiro me adueño.
Y lo gozo
con encono…
Cuando El Fandanguito entono
siempre se me
escapa un sueño.
Y a la ela
y a la ela y más a la
ela,
golpe de mar
barquito de vela,
dime mi bien
para
dónde me llevas,
si para España
o para otras tierras,
o a
navegar al mar para afuera.