Una senda en el desierto.
Las ventanas del horizonte se abren a estancias de azules infinitos.
Yo quiero abrir mis puertas para ir vaciándome sobre la arena, entre los esqueletos de los árboles muertos que refulgen azules, aterciopelados, fosforescentes, para apagar mis pensamientos y fundirme con la tierra, esperando la llegada de las amebas de sombra que se deslizan a cámara lenta desde las montañas, palpando con sus pseudópodos la piel áspera de siglos.
4 comentarios:
Los dibujos y el texto son muy tristes, carlos.Pero el texto tiene mucha fuerza.
No es tristeza. Es fascinación por los horizontes sin límite, la simplicidad de las formas del desierto. Y también el deseo imposible de apagar las voces interiores para simplemente escuchar, fluir siendo parte de la naturaleza, formar parte de tanta belleza sin sentir la frustración de sentirse ajeno a ella.
me gusta la idea de la frustración de la ajenidad.
Quieres ser inmortal. Y es posible.
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