
Este dibujo representa lo mejor y lo peor de mí mismo, como bien saben los que me conocen. Llegó el momento del final. El reto autoimpuesto se ha acabado. Extravagante, irracional, obsesivo. Pero una fuente de autoconocimiento. Hemos recorrido mucho juntos, y ahora hay un sentimiento de partida extraño. Los dos nos miramos con sonrisas nostálgicas pero con el corazón aligerado, reivindicando el placer y la autenticidad de lo innecesario. La reconstrucción no era la de una fachada de catedral. Y siempre estará inacabada. Siempre tiene que haber nuevas páginas en blanco.