sábado, 9 de octubre de 2010

El sheriff, Billy, y su primo

Billy el Malo surca la noche con un coche endemoniado, pintado de oscuridad reconcentrada pero salpicado de una constelación de luces siniestras, extrañas y retorcidas. El coche parece no haber conocido las virtudes de un buen silenciador, y las explosiones de sus cilindros anuncian con antelación el paso de Billy a los atrevidos campistas que han osado pasar la noche en su radio de acción. Billy no para, simplemente pasa de largo, como si patrullara el perímetro del lago –un rugido que se siente venir, aumentando en volumen hasta que la carretera se ilumina como un árbol de Navidad enfermo, y que pasa a morir en la distancia, quizá simplemente debido a que el tono del motor se torna tan grave y lúgubre que se sale del rango audible. Tras Billy sobreviene el silencio, una calma espectral, e incluso los mapaches se congelan en sus complejas maniobras envolventes en torno a la comida de los campistas; no es hasta pasados unos segundos que la vida del cámping retoma su curso, pero siempre bajo el peso ominoso de la certeza de que en un futuro cercano volverá el rugir maléfico de una cilindrada imposible, acompañado de un enjambre de luciérnagas de color sangre, poblando los sueños de los durmientes con escenas sacadas de las películas protagonizadas por automovilistas diabólicos.

Sí, las noches en las zonas de acampada perdidas de California pueden ser un poco siniestras. Por lo general resulta adecuado llegar cuando todavía la luz del Sol se pasea por los alrededores, para que la mente tome referencias en formas familiares y reconocibles que podrán ser proyectadas después en la oscuridad, llenando su vacío y evitando que se pueble con imaginaciones febriles. Sin embargo, incluso en estas tardes prometedoras, tras pasar la caseta de los guardas a la entrada y verla vacía, con el consiguiente regocijo por las promesas de pernoctación gratuita, uno todavía puede tener la mala suerte de toparse con la contrapartida diurna de Billy el Malo: el sheriff del lugar. Billy y el sheriff: el Yin y el Yang, el día y la noche. El primero nacido para mantener el orden y la civilidad incluso en estos días fuera de temporada en que el lago es un desierto y no hay nadie para recoger la tarifa de acampada y los mapaches deambulan famélicos y sin rumbo, lenguas colgantes, añorando los tiempos pasados de comida fácil; el sheriff patrullando el lago en recuerdo de tiempos mejores y sueños de un futuro brillante, y retrasando al máximo el regreso al hogar vacío, sólo poblado con ecos nostálgicos de los hijos que han vuelto a la Universidad. Y su némesis oscura, Billy, reconvertido en un señor de la noche tras una adolescencia difícil, escapando de espirales de autodestrucción gracias a la disciplina y el sentido de propósito y responsabilidad vital que derivan de su misión autoimpuesta de atemorizar y despertar a los pobres campistas que hollan su terreno sagrado, Billy siempre acompañado de su fiel caballería mecánica, que ha pintado con adornos flamígeros y colmillos que nadie salvo él llega a ver en la increíble oscuridad de la noche, los dos aullando bajo las estrellas en las madrugadas desangeladas.

Pero incluso si se ha conseguido entrar en el cámping de día, sin tener que pagar ninguna tarifa, y se ha conseguido que el coche del sheriff sólo se vea de lejos; en esos finales del día que parecen sonreír tras una jornada de conducción exhaustiva que tuvo que prolongarse inesperadamente porque todos los campings del gran parque natural ya no tan cercano estaban completos, pues incluso en esas tardes llenas de promesas no siempre resulta fácil encontrar un sitio para montar la tienda. En territorio Billy, por ejemplo, uno puede encontrarse la mayoría de las zonas de acampada bloqueadas con barreras por ser fuera de temporada, y la primera zona de acampada abierta --¡por fin!-- puede traer sorpresas …

“Hola buenas noches, ¿buscáis algo?”
“Sólo queremos un sitio para acampar. Parece que hay sitios libres, ¿no es así? **Evidentemente hay sitios libres...**”

(Se forma un corro de campistas que conversan entre ellos. Unos niños juegan alrededor):

“¿Qué ocurre?”
“Nada. Quieren acampar en un sitio “normal”.”
“Hmm.”
“Ajá”.
“...”

(De nuevo dirigiéndose a los intrusos).

“Bueno, lo siento, pero este camping, tanto la parte de arriba como la de abajo, está reservado enteramente por nuestro “grupo”.”

(“Grupo” es pronunciado entre breves pausas, o al menos así lo recuerda la mente, e igualmente ocurrió con la palabra “normal”. Los niños dejan de jugar y miran con caras serias.)

“Eeehh...**¿Grupo querrá decir secta, no? ¿Qué era eso de “normal”?¿Nos dejarán escapar al menos?**”
“Pero no os preocupéis, hay muchos otros sitios de acampada, **posiblemente todos cerrados también, pero eso ya lo descubriréis vosotros, ilusos**, así que podéis seguir adelante en la carretera que bordea el lago. Buena suerte.”
“Bueno, gracias, espero que así sea **y que no comáis carne humana de campistas perdidos**. Buenas noches.”
“Buenas noches, que tengáis una noche estupenda, **si es que no os despierta mil veces el tipo de las luces raras que lleva varias noches patrullando el lago en medio de atronadores rugidos...ya veréis ya... por cierto que a estos tipos les pasa algo...miraban con cara rara...ni que les diéramos miedo**”.

(Los niños vuelven a jugar).

En fin, si a uno todavía le queda suficiente suerte, puede acabar encontrando un sitio donde poner la tienda, en una zona sin un alma, perfumada con promesas de tranquilidad, de una buena cena y un buen reposo. Pero entonces, cuando el fuego de gas cerca la noche con sus débiles pulsaciones azules, un ruido atronador llega de la carretera cercana, sobre la que acaba viéndose una maraña en movimiento de luces rojas y blancas sin orden ni concierto: la primera pasada de Billy, que hace que la mente empiece a concebir poco prometedores árboles de sucesos con la semilla común de las luces de Navidad sangrientas girando hacia la entrada de la zona de acampada...Pero afortunadamente Billy pasa de largo.

“**Menos mal, vayamos a recoger un poco de agua caminando con la linterna.....#?@|#½|@#%%& ** ¡¡¡Aaaaahhhh...!!!
….....
¡¡¡Q...qué...era...ESO!!! ¿Lo has visto? La luz de mi linterna se ha topado por un instante con alguien encapuchado a un par de metros de mí. ¡Casi me da un infarto!”
“No me atreví a decírtelo...pero desde aquí veía a alguien acercarse a tí por el lateral...”
“Menuda gracia, todo un detalle no avisarme.”
“Pues no veas la pinta que llevaba...”
“Sólo me dado tiempo ha registrar dos cosas --una capucha, y pánico. Casi mejor no haber visto los detalles.”
“Era alguien muy bajito...quizá una niña...pero lo mejor es que ha parecido surgir de repente de la nada, ni se ha inmutado cuando la has iluminado un momento...y ha seguido sin desviarse hacia ninguna parte...me parece que en dirección al lago.”
“Pero si ahí no hay nada”.
“Era muy tétrico. Parecía colocada o algo así. En plan zombi saciado.”
“Vaya noche bucólico-pastoril. Como vuelva a aparecer me da algo.”

Pasada esta experiencia, cuando uno puede por fin sentarse tranquilamente y reconfortarse no sólo en la llama de gas, sino también en el olor de las lentejas en proceso de hidratación, Billy vuelve a pasar, pero el umbral de percepción de amenaza ha estado subiendo por momentos, y la fanfarria infernal del motor de Billy ya se ha convertido incluso en algo familiar y entrañable.

“Ya está el Billy otra vez...pasando de largo de nuevo”.
“No te lo vas a creer”.
“Qué”.
“Mira detrás de tí”.
“No me irás a decir que ha vuelto la niña del exorcista.”
“No precisamente”.
“...A ver....
…............
¡Ostias!...¿Eso son ojos? ¿Dos pares? “
“Más bien tres”.
“Yo ahora veo cinco. ¡Y se están acercando, los cabrones!”
“Son mapaches. Y parecen bastante hambrientos.... ¡Fuera!...¡Las lentejas son nuestras!”
“¡Largo! ¡Es nuestra comida! ¡No os va gustar, venía en un paquete deshidratado!”

(Gestos pretendidamente intimidatorios).

“¡No se inmutan! Parecen inmunes a los gestos de amenaza. Por cierto, fíjate, su formación empieza a abrirse. Serán hijos de”
“Hay que decir en su favor que es una táctica envolvente bastante avanzada. Vaya con los adorables animalitos.”
“No veas, qué monos que son”.
“Querrás decir mapaches”.
“(Suspiro de resignación). Voy a probar el flash de la cámara”.

(Click. Un relámpago de luz ilumina a cinco mapaches delimitando un semicírculo. La luz se refleja de forma terrorífica en el fondo de los ojos de los animales, que se convierten en perlas espectrales, sitemas binarios de enanas blancas en una constelación decadente. Los mapaches se quedan congelados por un momento, espaldas erizadas y cuerpos rayados sobre un fondo de carbón salpicado por los pares de ojos).

“¡No se mueven! No les asusta el flash.”
“De hecho siguen avanzando”.
“A lo mejor haciendo ademán de perseguirlos se van...”
“¡Funciona! Fíjate, se van todos hacia ese árbol de ahí. Que por cierto es donde te paraste a marcar tu territorio...a lo mejor les has ofendido y nos han declarado la guerra”.
“¿Es que aquí no se puede cenar tranquilamente?”.

(….......)

“Oye, veo formas oscuras moviéndose en el árbol”.
“¡Están volviendo de nuevo! Pero parece que ahora van a intentar acercarse por otro lado.”
“A lo mejor se van hacia los vecinos”.
“¡Mira! Hay uno ahí al lado....¡y otro ahí!.....¡Joder, están viniendo por todas partes!...¡Toma flash! ¡Toma! ¡Esto es la guerra!”
“¡Mira ése! ¡Se levanta sobre las patas traseras! ¿Acaso pretende intimidarnos?”
“Me da a mí que lo están consiguiendo.”
“Ya no son tan monos...”


Otros días, uno puede no tener la suerte de acampar con luz diurna, en parte gracias al hecho de que a algunos campings sólo puede llegarse siguiendo un sentido concreto de la carretera --dada la ausencia de señalización en el otro-- lo cual introduce serias complicaciones en la planificación de la trayectoria de viaje, que acaba acumulando autointersecciones sucesivas, y si se pudiera ver a vista de pájaro parecería un auténtico nudo gordiano. Pero al final uno llega, de nuevo cansado, y de nuevo a un cámping siniestramente desierto, que esta vez ni siquiera se ha visto a la luz del día, de modo que las manchas de oscuridad informe en derredor adquieren un carácter notablemente ominoso y opresivo.

“Pfff. De nuevo parece no haber ni dios. Hasta que aparezca de nuevo la niña diabólica”.
“O Billy”.
“Espera, ahí ha aparecido alguien bajo las luces de los baños”.
“Es el primo de Billy”.
“¿Qué hace con esa bolsa de basura tan grande? Probablemente esté llena de restos humanos”.
“No lo dudes”.
“¿Te has fijado en el coche de ahí, que parece ser del primo de Billy?”
“¿La ranchera prehistórica? Tiene una especie de sábana sobre el capó, que probablemente usa para envolver a los cuerpos.”
“Mira la rueda trasera izquierda.”
“Hmmm...bien pinchada. Me pregunto cuánto tiempo lleva aquí el hombre éste”.

(…...)

“Mientras estabas en el baño ha vuelto a emerger de la oscuridad el primo de Billy con aparejos de pescar.”
“¿A las once y media de la noche? Esto de “pescar” suena a eufemismo...da un poco de miedo.”
“Se ha acercado a mí –momento de acojone-- y me ha preguntado si nosotros habíamos venido también aquí para pescar...y luego ha surgido –de la nada, para variar-- un tío enorme que casi destruye mi mano al saludarme, y que parece que va a ayudar al otro hombre a hinchar la rueda del coche.”
“¿Hoy precisamente? El coche tiene pinta de haber estado ahí parado bastante tiempo...De todas maneras, qué manía de la gente el brotar de la oscuridad sin previo aviso...**algo así como la producción de partículas en el vacío relativista, pero en plan película de terror. Me pregunto si al aflorar de la oscuridad harán algún ruido característico, en plan ¡plop!, como al abrir un tarro envasado al vacío.**”

(La cena transcurre sin incursiones tácticas de mapaches, todo normal salvo por un percance que involucra a la gravedad, espaguetis y el suelo de tierra. El primo de Billy abre sucesivas puertas de su ranchera, sacando y metiendo todo tipo de objetos y prendas. Finalmente se sienta en el asiento del conductor, las luces apagadas, el brillo de un cigarillo encendido en la oscuridad, la radio sonando apagada tras los cristales, se perciben las notas “Hotel California” en un toque maestro de ironía del destino).

(…...)

“Casi echo de menos el rugido del coche de Billy el Malo, es un mal menor frente al bramido del compresor de aire.”
“Todavía me sorprende que de verdad estén reparando la rueda. Yo pienso que es una tapadera.”
“Tío, no vamos a pegar ojo, esto no se acaba nunca.”

(…...)

“Parece que han acabado. ¡Y arrancan el coche!”

(…...)
(A la mañana siguiente, durante el desayuno, el primo de Billy aparece de nuevo, y nos ofrece un gran melón).

“Hola, ¡buenos días! Me preguntaba si os gustaría llevaros un melón...crecen en mi jardín y tenemos demasiados, no sabemos qué hacer con ellos. **Y a ver si por lo menos dais las gracias con más de dos palabras, que os queda mucho de aprender de camaradería campestre, que estáis todo el rato mirándome como si fuera Jack el destripador o un funcionario de inmigración**”.
“Ehh...bueno, sí, muchísimas gracias, todo un detalle, muy amable, **¿no estará envenenado, verdad?**

(…...)

“Pues el primo de Billy no debe de ser tan malo.”
“¿El jardín está dentro de la ranchera? Quizá el melón tenga marcas de pinchazos de aguja hipodérmica.”
“Fuera de bromas, fíjate en el coche, que sigue donde ayer...¿tú crees que está aparcado exactamente en el mismo sitio?”
“No lo sé...pero...espera espera... un momento...¿¿te has fijado otra vez en la rueda??”
“!!!!!”

8 comentarios:

Dr. Zoidberg dijo...

Ji ji ji ji... pero la pregunta es... ¿comisteis el melón?

K., déjame adivinar... la frase

"No me atreví a decírtelo...pero desde aquí veía a alguien acercarse a tí por el lateral..."

me apuesto a que era tuya... típico K. "No, es que he visto a la niña del exorcista, pero no te he avisado porque la probabilidad de que sea amigable es no nula"

Muy bueno! :)

fernandiscman dijo...

K.: tenías todas las de perder... en caso de huida, tu compañero de acampada hubiese sido capaz de (en 14 horas) nadar 3 kilómetros y medio, hacer otros 180 en bici y si llegado el caso la niña de la capucha siguiera ahí, tu compañero aún podría completar más de 40 kilómetros corriendo...

k. dijo...

Martin: Dejé el melón en la mesa del comedor en casa, a la vuelta del viaje, y John lo tiró porque decía que rezumaba demasiado líquido...nadie se atrevió a analizarlo. Y no, la frase no era mía sino de M., a mí me tocó el encuentro en la interfase (de luz y oscuridad).

Fernandiscman: Tienes razón, pero como era consciente de ello, yo siempre me quedaba las llaves del coche...pero probablemente era una medida inútil, visto lo fácilmente que pinchaban las ruedas por los alrededores. (Por cierto que ya me he enterado de que mi clon ha conocido a tu miniyo, a ver si estas Navidades le confundimos haciéndole ver doble...)

Juan dijo...

K., esto es too much! Ya no sé si la realidad supera la ficción o al revés. Soy partidario de que tendrías que grabar un vídeo mientras cuentas la historia :) con una vídeo-instalación incluso! (Efectos secundarios de la Manifesta 8 en Murcia) Saludos horchateros, Leo & Co !

Anónimo dijo...

K., grandísimo!! Ya había olvidado algunos detalles y he tardado un buen rato en parar de reir al recordarlos...

Un abrazo. Marcial.

Núria dijo...

Grande!!!

k. dijo...

Juan: vielen Dank! Aún no he experimentado con vídeo, creo que me haría falta más espontaneidad :). Y la realidad supera a la ficción, pregúntale a Marcial...
Marcial: Mientras escribía me reía yo solo recordando nuestras acampadas surrealistas.
Nuria, moltes gràcies!

camaradeniebla dijo...

Un besito