jueves, 16 de agosto de 2012

Curvas


Los rótulos luminosos se comban
en las calles de Waterloo,
arrugando los días y las noches.
La tierra se dobla bajo el avión,
cuyo reactor engulle al mundo
y lo escupe deformado,
un poco más cansado.
Beijing hierve y tiembla
en espasmos de refracción,
las pantallas se manchan
con salpicaduras de fórmulas,
mientras las mentes se curvan,
las muchedumbres se enroscan,
los tejados se desenrollan
dorados, deslumbrantes y serenos
sobre la ciudad prohibida,
creando una cascada
de piedra y escalera
que se congela al tocar el mar
de la armonía suprema,
sobre el que flotan soldados
como cartulinas recortadas contra el sol.
Los cipreses se retuercen
centenarios e imperiales,
los pictogramas se repliegan
como esculturas de origami
y extienden al vuelo
sus alas caligráficas,
bandadas semánticas
arqueándose en el cielo.
Los insectos del campus
braman en vaivenes precisos
como pistones mecánicos,
mientras una sonrisa ambigua
brota en el retrato
del padre de la patria.