martes, 4 de marzo de 2008

Por un puñado de fotones

Los catedráticos añoran sus antiguos despachos. Echan de menos sus acostumbradas proporciones, la mugre de la moqueta que nunca se limpiaba, las estanterías a las que ellos mismos quitaban el polvo, los cristales decorados con los laberintos de tramas minerales dejados por lluvias pretéritas, la posibilidad de que la puerta se pudiera mantener abierta sin necesidad de emplear sillas de forma creativa, el interruptor de la luz.

En un alarde de modernidad, los despachos del nuevo edificio no destinados a experimentos que involucren túneles de viento no tienen interruptores. La luz eléctrica se activa exclusivamente por un sensor de movimiento, y por supuesto se desactiva al cabo de un tiempo si no se observa actividad dinámica en el despacho. Así que los sesudos catedráticos se ven obligados a hacer extraños y espasmódicos movimientos con sus extremidades cada cierto número de minutos si desean poder seguir leyendo el contenido de sus papeles. Extraño método de fomento de la actividad física en el cuerpo intelectual de la facultad... Cálculos febriles y sesudos al compás tranquilo de los relojes, empujados hacia delante por la quietud del entorno y el lento girar de las manchas de luz solar sobre los muebles y suelo, cuyo hilo lentamente desenrollado se pierde en una oscuridad repentina que es aprovechada por una brigada de signos menos erróneos largo tiempo al acecho para abalanzarse sobre los papeles o los píxeles en el momento en que la atención se desvía hacia la perpetuación de la densidad de fotones. Éxtasis de contemplación intelectual forzosamente interrumpidos con contorsiones ante el sensor de movimiento dignas de la enfermedad de Huntington. La iluminación de la mente luchando contra la pérdida de iluminación eléctrica. Me pregunto qué momento de epifanía tendrían los iluminados que diseñaron los despachos; quizá en su visión ideal del mundo los científicos deberían escribir ecuaciones a la vez que practican aerobic.

Orandum est ut sit mens sana in corpore sano....

Como solución a sus problemas con la densidad de radiación, los catedráticos proponían la invención de móviles perpetuos que mantuvieran ocupados a los sensores.

¿No será que subestimamos a las mentes preclaras que diseñaron la ampliación del edificio? Quizá todo sea un plan maquiavélico para forzar a las mentes preclaras de la Física para que vuelquen sus esfuerzos en desafiar a la Termodinámica y lograr hacer realidad la panacea de la insaciable civilización occidental. La energía sin fin conseguida por un puñado de físicos locos que sólo quieren ser capaces de leer sus propias fórmulas.

4 comentarios:

camaradeniebla dijo...

jajajaja

k. dijo...

:)
Por cierto, no sabía lo del Amadís de Gaula. Pero algo en mi interior me decía que tengo algo de caballero andante al deambular con mi humilde bicicleta entre los monstruos mecánicos americanos.

Anónimo dijo...

XDDD

Dr. Zoidberg dijo...

Es una burda copia del programa "madrileños en forma", sí, ese que consiste en que siempre se estropee la escalera del metro que tiene un recorrido antigravitatorio...

Si es que los españoles somos pioneros en todo, y luego nos copian los americanos!