lunes, 19 de enero de 2009

Historias petrolíferas

Hágase un k. en una gasolinera, en una cristalina mañana del veraniego invierno de Santa Bárbara, y, una vez logrado esto, cédase la persona del narrador al propio k.

Y sí, allí me encuentro yo en esta cristalina mañana invernalmente veraniega de Santa Bárbara, dispuesto a llenar el depósito del coche que había alquilado por un día para poder devolverlo sano y salvo a su redil en el pequeño aeropuerto de Santa Bárbara, donde los pastores de coches le darían sus golosinas de aceite multigrado de alta viscosidad para premiarle por su buen servicio y le acariciarían con esponjas abrillantadoras, adormilándole con relajantes melodías desfasadas de Steve Reich haciendo que sus pistones ronroneasen de gusto a novecientas revoluciones por minuto.

Y así, algo somnoliento, aparco el coche a un lado de un surtidor, abro la puerta y me bajo, para combrobar extrañado que la tapa de la gasolina está en el lado del conductor, que resulta ser el más lejano al surtidor; pero en fin, el coche japonés, muy nuevo, de un blanco nuclear que probablemente empacharía a un contador Geiger, tiene sus peculiaridades, como por ejemplo el hecho de que conduciendo de noche, por más que lo intentara el día anterior, no se iluminaba el cuadro de mandos, lo que hacía algo complicado el ajustarse a los límites de velocidad. Es más, resulta tener una nueva peculiaridad que resulta chocante para mi nube de conciencia, todavía informe y en acreción, en esos momentos que preceden a que la cafeína matutina empiece a llegar al sistema nervioso: no puedo abrir la tapa de la gasolina. Intento abrirla con la mano pero es imposible, debe de haber algún mecanismo oculto para ello. Así que miro en el cuadro de mandos, no encuentro nada, vuelvo a salir del coche y me dedico a contemplar la carrocería con una expresión que podríamos calificar de aturdimiento, mientras probablemente me rasco la cabeza. El proceso de abrir la puerta y mirar en el interior se repite un par de veces, ante la atenta mirada del chico que está en el asiento del copiloto del coche aparcado en el surtidor opuesto, a un par de metros escasos de mí, y cuya expresión prefiero no describir.

Expresión que no me inspira la confianza suficiente como para preguntarle a su dueño si sabe cómo abrir la tapa de la gasolina, o siendo más preciso, dado que seguramente lo sabe, si me lo puede explicar, así que prefiero dirigirme a un nuevo nómada gasolineril de mediana edad que acaba de salir de su coche: sé que la pregunta es muy estúpida, pero podría por favor decirme cómo se abre la puertecilla de la gasolina, es un coche de alquiler y en Europa no suelo tener estos problemas. Me mira con otra expresión que preferiría no describir, pero me veo obligado a hacerlo brevemente, y que es una especie de collage de estupefacción y divertimento ironicosarcástico, y no hay problema, a ver si te puedo ayudar, abre el coche y voilà, al lado del asiento del conductor, junto a una de las palancas para deslizar el asiento, hay otra palanca con un símbolo clarísimo que representa a un surtidor de gasolina, que al activarla hace saltar la tapa que se creía un perpetuum inmobile hacia fuera.

Mi salvador me mira divertido, mientras en su mente se pone en marcha un complejo sistema de engranajes para evaluar mi cociente intelectual, cálculo que se acaba con gran rapidez y con resultados no muy halagüeños, y yo, que muy muy (muy) en el fondo también estoy disfrutando de la situación dada cierta tendencia al autocastigo psicológico y a posibles desvaríos autocompasivos, me excuso; muchas gracias, sólo llevo aquí dos semanas, todo es muy nuevo para mí...

Una breve pausa. “No te preocupes. Lo estás haciendo muy bien”. Creo que en su imaginación, aparte de pronunciar esta frase, me daba un par de palmaditas en la espalda y un caramelo de fresa.

Bueno, misión cumplida. Ahora sólo queda bombear gasolina. Cojo la manguera, selecciono 91 octanos, y vaya por dios, el maldito orificio de entrada del depósito está en el lado incorrecto del coche y tengo que hacer malabarismos para estirar la manguera por encima del maletero, con el mango del surtidor de arriba hacia abajo, estira algo más, estiiiiiraaaa un poco máaas...y no sale gasolina. Mmm. Sigue sin salir. Así que hay que visitar la cabaña en donde viven los hombres de las gasolineras, vendiendo periódicos y alimentos hipercalóricos, y resulta que la habitante no es un hombre sino, como la gramática ya lo ha indicado, una mujer. Hola, quería llenar el depósito del número dos. No, me tienes que decir una cantidad de dinero que quieras poner. Pues no lo sé, ahora mismo no sé cuánto es, no conozco la capacidad del depósito, tampoco puedo estimarla porque está oculto bajo la carrocería y ni siquiera sé a qué complejo simplicial se aproxima, ayer viajando de noche no podía ver el indicador de nivel de llenado porque la retroiluminación del salpicadero no funcionaba y esta mañana todavía estoy demasiado dormido como para haber mirado el nivel relativo de llenado, aparte de que no me he estudiado los precios de los carburantes al entrar, sólo quiero llenar el depósito. (Observación adicional de esa voz interna mental que actúa como mi comentarista personal: ¿tan difícil es poner gasolina en este país??).

En fin, consigo que la dependienta me retenga una tarjeta de crédito, la pobre (la tarjeta) temblando de miedo y abandono, mientras avanzo ufano hacia el blanco nuclear de mi coche, ignorando la lluvia de partículas alfa, abriendo la puerta, accionando la palanquita, sin ver al chico del coche de al lado aplaudiendo, abriendo la tapa, cogiendo la manguera, desenroscando el tapón, ya podría haber desenroscado el tapón antes de coger la manguera, estirando la manguera, estirando la manguera un poco más, estirando la manguera un poquiiito más, ya podrían hacer los coches con el acceso al depósito en el otro lado, qué raros son estos japoneses, y la gasolina empieza a fluir, la siento en las vibraciones de la manguera y en el fluir de los números que indican el volumen de gasolina y el precio correspondiente, a ver cómo se pensaba la dependienta que yo iba a conocer la capacidad exacta del volumen del depósito, veremos si no llego tarde a devolver el coche que bastante tiempo he perdido desmontando la bicicleta y metiéndola dentro para poder volver, la verdad es que mi nueva bicicleta está genial, espero que ya no me la roben y deje de gastar dinero a lo tonto, ya me vale, que llevo varios meses sin haber cobrado un sueldo de verdad.

Plaf.

Silencio. La manguera ha dejado de vibrar. No fluye la gasolina. Las cifras se han parado. El plaf del golpeteo del surtidor no ha sido el típico de cuando el sistema de control de llenado detecta que el depósito está al máximo y probablemente manda una función escalón o alguna burda aproximación a una delta de Dirac a algún circuito que hace que se deje de bombear gasolina. Ha sido un plaf un poco más fuerte, que ha agitado la manguera, pero no en el extremo que yo agarro sino....sino..............¿porqué la manguera descansa flácida sobre el maletero? ¿No estaba colgando con una tensión considerable desde la parte de arriba del surtidor? Sí, esa parte de arriba desde la que continúa el tubo bajando hacia las catacumbas petrolíferas, pero que ahora parece que tiene algo raro, como si estuviera interrumpida, como si parte del tubo hubiera......
Mmm. Hmm.
HMMMMMM.

(Párrafo censurado).

Algo en mi subconsciente me dice que alguien, en alguna parte o en algún nivel de consciencia o existencia, me quiso transmitir su más sincera felicitación.

Y no sé por qué dicen que la gasolina está barata en Estados Unidos. A mí medio depósito me costó 150 dólares.

10 comentarios:

Dr. Zoidberg dijo...

JAJAJAJAJAJAJAJAJAJA
JAJAJAJAJAJAJA
JAJAJAJAJAJ!!!!!

Don´t worry, you are doing very well!!!!

Gracias a tí, Carles, hay varios americanos que se piensan que en Europa no tenemos coches :)

Clara Abad Schilling dijo...

Carlos me han encantado tus crónicas, la d la gasolina genial. Yo también tengo alguna historia parecida hace ahora 10 años cuando me saqué el carnet, será por lo de ser rubios, ... o los genes germanos... pero desde luego no tan grande como la pérdida de tensión en la manguera. Me alegra mucho leer que estás bien. Muchos besos. Seguiremos atentos a tus aventuras

k. dijo...

¡Besos de vuelta!
Ay esos genes germanos...En el fondo me debería sentir bien porque pongo algo de entretenimiento inesperado en las vidas de los americanos...

Unknown dijo...

Carlos, todas las estructuras tienen un límite de tensión, así que como urólogo y amigo tuyo... ¡no repitas esta experiencia con ninguna de tus extremidades, al menos de ninguna que dependa de mis (escasos) conocimientos!.
Buenísima la historia. Y fenomenal escrita, por cierto. Cada día escribes mejor.

Unknown dijo...

Jajajajaja!!!!
Que bueno K.!!! Me alegra ver que sigues bien por allí. Pero, ante tamaña crónica, mi nivel de consciencia condensada en cerebro humano se pregunta: Pero tu has ido allí a hacer física teórica o a estudiar médidas de física práctica para acabar con las mangueras de este mundo? Bueno, sé que eres tu, y eso me tranquiliza: algo bueno harás! Y en cualquier caso también es física!
Un abrazo!!

Anónimo dijo...

K.
...
(No sé como poner ... desdpués dl . de K.)
Qué xxxx desayunaste para partir la manguera del surtidor? Menos mal que a lo de sartén en la cabeza jugaba yo solo...

k. dijo...

¡¡Mangueras (inorgánicas) del mundo, vuestro enemigo anda suelto!!
Gracias Víctor por el comentario, seguiré tus sabios consejos...haré todo lo posible para no tener que recurrir a tus habilidades mangueriles.
Nachete, quién sabe a qué venido aquí, soy un juguete de los hados ocultadores de las palancas abridoras de compuertas de depósitos.
Y Iorch, hay que decir que la manguera no era un continuo gomil, sino que eran dos subcontinuos gomiles unidos en un empalme metálico, y la submanguera inferior se desprendió. Yo creo que realmente no rompí nada, pero aun así, tras un leve intento de de rebelión defendiendo que no veía por qué tenía que pagar, acabé rindiéndome cuando básicamente me acojonaron con que la cosa se podía poner más fea si no apoquinaba en el momento.

Anónimo dijo...

Jajajaja...qué punto!! Eres un crack Carletes, y no sólo echando gasolina...

Es la Hardrock la bici que te ha desaparecido??

Sigue bien, un abrazo.

Anónimo dijo...

XDDDD, vaya, no me extraña que hayas recibido tanto comentarios esta vez, no tiene perdida. Eso sí, yo me quedo con ese estilo tan Saramago... Llevaba tiempo sin ver tu blog, he tenido que ponerme al día de golpe.

diana dijo...

jajjajajjajaja

ya miraré tu blog mas amenudo....esto esta genial ;)