sábado, 12 de abril de 2008

Cruce de caminos*

Cruce en un barrio residencial californiano. Dos tiras de asfalto que confluyen, dos direcciones cruzadas y cuatro sentidos de circulación que se enfrentan. Cuatro rayas de pintura blanca, paralelas dos a dos, transversales a las direcciones de circulación, muros invisibles sobre ellas que obligan a los vehículos a pararse en seco.

Cuatro coches avanzan en los cuatro sentidos confluyentes, con velocidades coincidentes en módulo hasta la quinta cifra significativa, pasando las bocas de alcantarillado en las que patos de pintura aseguran vivir corriente abajo y piden que no se les envíe basura -lo cual es altamente irónico, pues si los patos que viven corriente abajo son de pintura ellos mismos suponen ya una amenaza para los ecosistemas fluviales al irse diluyendo poco a poco en manchas flotantes de muerte multicolor y remolinos viajeros de metales pesados- y circulando frente a los edificios de apartamentos con sus entradas apalmeradas en las que pueden verse carteles que afirman que

“En este complejo está permitido fumar, y los materiales de construcción contienen agentes químicos nocivos. Es sabido por el estado de California que el humo de tabaco y dichos agentes químicos son agentes causantes de cáncer, defectos congénitos y otros daños reproductivos”.

Los cuatro coches no se dan por aludidos por estos avisos -es conocido por todos que se reproducen de manera asexual- de manera que continúan su avance multidireccional hacia el cruce. Los espíritus aburridos que se pasan las horas interminables viendo desfilar a los hipertrofiados e hipercromados vehículos motorizados en sus cotidianas procesiones a las mecas comerciales de asfalto compartimentado por retículos de líneas blancas han ejercido su influencia de modo que las condiciones iniciales de avance de los cuatro coches son tales que no sólo avanzan con celeridades coincidentes hasta la quinta cifra significativa, sino que además llegan hasta los muros invisibles que flotan sobre las líneas blancas transversales del asfalto y se paran frente a ellas en perfecta sincronización.

Y aquí empieza la versión moderna de los duelos de pistoleros del lejano Oeste. ¿Quién desenfundará primero? No hay semáforo, todos tienen el muro invisible de la línea de parada, y han llegado exactamente a la vez. Un coche amaga el arranque y los otros tres le corresponden con espasmos similares simultáneos. Los cuatro vehículos han avanzado exactamente 2,75 centímetros cada uno y se han vuelto a parar en seco con el consiguiente hundimiento del morro y levantamiento de la parte de atrás. Los espíritus engañadores del tráfico se frotan las manos. Se suceden similares abortos de arranque, pero parece que las mentes de los conductores actúan con una inquietante sincronización supralumínica. Las sombras de las palmeras se han alargado perceptiblemente, girando unos cuantos grados en sentido horario.

Los modernos pistoleros del acelerador del lejano Oeste ya no son lo que eran. Ahora se rigen por estrictas apariencias de cortesía. Mientras el Sol avanza por el cielo californiano también en sentido horario –si bien a veces decide improvisar un rato y efectuar pequeños rizos retrógrados cuando nadie le mira- y los conductores se desesperan al ver fluir el tiempo que es dinero tras haber avanzado cada uno en total 20,01 centímetros desde la parada inicial, la desesperación se disimula en un mudo intercambio de palabras corteses.

Tú primero.
Amago simultáneo de los cuatro coches.
No, por favor, insisto.
Amago.
Si realmente no tengo prisa. ¿Quién tiene prisa?
Amago.
Qué situación tan encantadoramente graciosa.
Amago con chirriar de neumáticos.
Silencio.
Amago. Grito de desesperación ahogado por los cristales cerrados de uno de los coches.
Por favor, en serio, adelante, buenas noches, ¿Cómo estás?
Amago.
Bien, gracias, ¿y tú?
Amago.
Silencio.
Amago.
Grito ahogado.
Silencio.
Amago.



Las ventanas de las viviendas cercanas empiezan a iluminarse con luz eléctrica. El Sol se dedica a retrogradar pero por debajo de la tierra que pisan los coches. Con el tiempo se ha ido extendiendo un atasco por las cuatro calles confluyentes que ha pasado a avanzar lentamente por el barrio como un sistema de grietas en un cristal golpeado con un objeto punzante.

La oscuridad se extiende y ya no pueden percibirse claramente ni el interior de los coches ni los movimientos involuntarios y los temblores que acompañan a las violentas gesticulaciones de los conductores. Tampoco pueden oírse las imprecaciones que tienen que aguantar los pobres micrófonos de los teléfonos móviles.

Los espíritus del tráfico ya han tenido bastante diversión; de hecho están sobresaturados y les invade el cansancio, de modo que se van a dormir arrullados por el fragor de una autopista cercana. El hechizo liberado, los cuatro conductores pisan sus aceleradores con infinita rabia acumulada, acompañando el esfuerzo con estentóreos, ensordecedores y primitivos gritos de guerra que apenas se oyen desde fuera, las caras contorsionadas en gestos animales, los ojos inyectados en sangre, los labios vibrando en los rostros congestionados y deformados por los pliegues sísmicos de la piel, las manos aferradas fieramente al volante, la cabeza ligeramente inclinada hacia adelante en posición de ataque.

Ni que decir tiene que el arranque se produce de forma simultánea y que los cuatro coches avanzan con celeridades crecientes y coincidentes hasta la quinta cifra significativa, hasta que el centro del cruce queda oculto en una nube de ruido y neumático quemado y airbags que al disiparse deja entrever una estrella metálica de cuatro brazos que parece que acaba de caer sobre el asfalto, con sus extremidades todavía vibrantes pero poco a poco estabilizándose en una calma silenciosa.


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*Nota para físicos. Despréciense efectos relativistas en la lectura.

3 comentarios:

camaradeniebla dijo...

me gusta mucho el ritmo que están tomando las kapuntiadas.Un besote.

camaradeniebla dijo...

¡Gracias a tí, hermoso¡ Hoy que me duele la barriga me siento un poco como su desconsolada desconocida.
besotes, esperamos con ganas el día 6 de mayo para organizar un BIENVENIDO, MR MARSHALL.

Dr. Zoidberg dijo...

"En este complejo está permitido fumar, y los materiales de construcción contienen agentes químicos nocivos. Es sabido por el estado de California que el humo de tabaco y dichos agentes químicos son agentes causantes de cáncer, defectos congénitos y otros daños reproductivos"

JAJAJAJAJAJAJA... ¿Qué complejo es, el "Asbestus Springs apartment complex"? ¿Está lleno de niños hidrocefálicos? Eh, Carles, a lo mejor allí nació Mario Incandenza!!!! (aunque tenía otros factores de riesgo de malformaciones...)

Qué friquis son los americanos...