miércoles, 2 de abril de 2008

Valle de la Muerte

Subiendo la montaña el Valle de la Muerte se ve como una cinta de desierto arrugada en la lejanía. La vegetación seca pincela la ladera con manchas rojizas sobre el fondo gris de pizarra, bajo un cielo exultante, desierto de nubes. Los troncos de los árboles se retuercen mostrando las cicatrices de su lucha por la supervivencia, las grietas de la madera exudando ancianidad sobre los primeros parches de nieve. Las laderas se vuelven blancas, manchadas de oscuridad de árbol, las líneas de la cumbre que nos espera cayendo en distintos ángulos hacia el valle sin vida con sus venas de sal. El camino se cuelga de una cresta bicolor, nieve deslumbrante y piedra desmenuzada, sobre la que reptan tallos leñosos y desnudos, arañas vegetales que se contorsionan en galaxias espirales a la deriva. Las faldas de la montaña se empinan y los árboles las cubren con sus sombras, sus extremos trazados por líneas casi tangibles que convergen hacia el sol de la tarde. Más troncos desnudos, con sólo un parco esqueleto de ramas principales, se alinean en zigzag desde el camino tapado por la nieve helada hacia la profundidad del valle, las sombras jugando sobre el blanco, el sol guiñando tras las copas, la nieve brillando en miríadas de cristales de luz, la cresta por la que subimos haciendo ondular su perfil nevado sobre el paisaje de fondo, tonos verdosos en los surcos de sombra del pie de las montañas que se elevan queriendo huir de la muerte parda del fondo del valle. Y el tramo final acaba en la explosión de libertad de la cumbre, el mundo desplegado a nuestros pies, un pájaro volando como quiséramos hacer nosotros, obligados a desandar el camino clavando el esfuerzo en la nieve que se endurece con la caída del sol. El día se repliega en sí mismo, cubriendo en su despedida a las laderas que le siguen con la mirada con un manto anaranjado en el que las plantas reptantes arden sobre la piedra gris. Las sombras se van diluyendo hasta que sale la luna llena justo en el lado opuesto del último destello del Sol dormido, los dos astros persiguiéndose y evitándose en su juego de seducción, y entonces andamos en un mundo azul grisáceo, aullando silenciosos de cansancio, arrastrando nuevas sombras que parecen querer ser reflejos en un espejo invisible de las que hace poco nos abandonaron.

En la mañana, en el fondo del valle, la vista se hincha de libertad, el espíritu se expande hasta los horizontes montañosos lejanos. Colinas que se pliegan en áridas redondeces entre surcos profundos, como en una tela fosilizada arrojada con despreocupación por alguna mano gigante, lóbulos de un cerebro telúrico desproporcionado, la mente del desierto que, agotada y triste, parece incapaz de pensar vida. Las personas pasean como hormigas sobre las redondeces y entre los cañones del paisaje marciano, trazas fugaces, sombras perecederas, incapaces descifrar los pensamientos recalentados del valle que se elevan lentos en ondas de refracción temblorosa, suspiros de eternidad geológica. Las paredes de tierra seca, sus pequeñas rugosidades, ceden ligeramente al tacto revelando la sustancia blanca de las ideas escondidas del desierto.

Más allá del cerebro gigante, en las montañas enfrentadas a la cordillera del pico nevado, un pintor cósmico caprichoso ha deslizado sus dedos manchados de sombras rojizas sobre los estratos para después agitar frente a la roca sus pinceles cargados de pigmentos verdosos y amarillentos. Bajo la paleta rocosa fluyen arterias blanquecinas hacia un mar de sal, una planicie lunar reverberante de luz y de desolación, cuarteada en polígonos con aristas engrosadas de sal, teselación estéril.

A un vuelo de pájaro, los granos de arena se han puesto de acuerdo para acudir en masa a su particular centro de peregrinación, amontonándose en dunas que se elevan suaves hacia el calor del día o la blancura lechosa de la luna. Sorprende andar entre las montañas de arena contemplando los picos aserrados rasgando el cielo del horizonte, de un azul irreal sobre el mar ocre y sus ondulaciones de forma y de color. En la zona exterior de las dunas algunos arbustos resisten heroicos floreciendo orgullosos entre el zumbido intenso de insectos casi invisibles. Hay cementerios de tocones clavados en la arena, ramas entrelazadas, monumentos negros de muerte sobre túmulos arenosos, y entre ellos parches de arcilla resquebrajada en lagos de sequedad en medio de la arena, las grietas como un fractal de labios sedientos. Delante más dunas, no existen líneas rectas, sólo la fotografía de un mar congelado, olas atrapadas en el tiempo, las ondulaciones que se repiten a sí mismas en distintas escalas, marea renormalizada, la arena peinada por un fibrado de líneas que fluyen paralelas. Abstracción, las referencias perdidas, como si se caminara en un sueño atemporal. Las huellas se organizan en caminos cimbreantes que se entrecruzan, y al escalar las laderas empinadas de algunas dunas la arena se desliza en capas, como los vestigios de las olas que se extienden lentos sobre una playa, borrando el rastro del caminante. Una cresta se eleva hacia la mayor de las dunas, destellos de cuarzo brillando aislados, y desde la cumbre el océano desértico se extiende majestuoso en sus modulaciones rítmicas que se pierden sobre el fondo grisáceo de montaña. Las ondas superpuestas de los perfiles de las dunas son la música silenciosa del vacío.

11 comentarios:

camaradeniebla dijo...

pero..¿no habías ido a estudiar? :-0

Anónimo dijo...

Bien dicho Ana... :) parece que cruzar el charco es una experiencia muy variable. Y si no, aqui estoy yo enclaustrado, sin ventanas que permitan a mi imaginación alejarse más allá de los mundos algebstractos que las lineas y planos de mi cubículo empujan incansables en mi pensamiento... (que diría k., o no)

k. dijo...

¡Otro charcoemigrado! ¿Dónde anda?
Claro que estudio...pero hay que escapar de vez en cuando de esos mundos algebstractos -me ha encantado la palabra.

camaradeniebla dijo...

un besote muy fuerte.De Rodri también. No es vago, le han dibujado así.;-)

camaradeniebla dijo...

¿Charcoemigrado? ¿Te conozco?

k. dijo...

Yo diría que ambos conocemos al charcoemigrado.Un MITómano topológico.

camaradeniebla dijo...

¡ah¡ jajaja
¡traenos un souvenir del mit¡besotes charcoemigrado, te queremos.A los dos charcoemigrados.

Dr. Zoidberg dijo...

Muy bueno, kapunktum... por deformación profesional me gusta la analogía con una mente gigante. Yo también, en ocasiones, veo cerebros... (y por desgracia también en ocasiones, veo otras cosas, como en la peli). Por cierto, al leer tu kapuntiada me hago una pregunta: te has leído "THE COSMIC PUPPETS" de P.K.D.? Ya lo estás leyendo!!!!!

samsa777 dijo...

¡Fantástico!

k. dijo...

¡Gracias!
Sabía que a mi clon le encantaría lo del cerebro...que sepas, clon, que se me ocurrió por tu influencia telepática jeje, mientras caminaba por ahí estaba pensando en "cómo le gustaría esto a Martin".
No he leído aún "the cosmic puppets"...

camaradeniebla dijo...

He reseteado totalmente.Todo.He quitado también los comentarios.La literatura epistolar, para las ¡epístolas¡
besotes.